Father Joe Krupp | Foto Por: Getty Images/iStockphoto/frantic00 |  December 2021

Estimado padre Joe: ¿Cómo me convierto en quien Dios me ha llamado a ser?

Quiero ser un buen católico. Quiero asegurarme de estar bien con Dios. ¿Qué hago o cómo vivo para saber que estoy haciendo lo que Dios quiere?

¡De acuerdo! Ahora bien, esta es una gran pregunta para que me aventure a responderla ... ¡prepárate!

Como recordatorio, obviamente no puedo lograr una respuesta perfecta en el espacio requerido. Diablos, no creo que pueda lograr una respuesta perfecta, punto. Lo que puedo hacer es darte algunos principios orientadores que te ayudarán a ser santo.

Lo primero que debemos reconocer es que, en esencia, nuestra fe se trata enteramente de conocer, amar y seguir a Jesús. Todo lo que hacemos está al servicio de ese objetivo. Para la ayuda que necesitamos, con el fin de hacer esto, siempre tenemos la gracia del Espíritu Santo que nos fortalece. Nunca se trata de cuán fuerte es nuestra propia fuerza de voluntad, sino de reconocer y vivir cuán dependientes de Dios somos.

Entonces… con eso, ¡aquí vamos!

Lo primero a lo que debemos comprometernos es a la oración. Simplemente no podemos ser cristianos, si no estamos orando. Oramos personalmente, en comunidad. Incluso nos esforzamos por “[orar] sin cesar”, en palabras de San Pablo. (1 Ts 5:17) Oramos por las personas, cuando pasamos junto a ellas. Rezamos cuando escuchamos sirenas, cuando vemos a alguien que parece triste, cuando pasamos por cementerios. Oramos.

Oramos por las situaciones de nuestra vida que nos causan dolor, confusión o preocupación; también por nuestra familia y nuestra Iglesia. Oramos por nuestro país y por quienes están tomando decisiones al respecto. Cuando nos sentimos tentados a quejarnos, oramos.

Rezamos porque la oración es oxígeno para nuestras almas. Hacerlo quita nuestros ojos de nosotros mismos y los enfoca en tanto en Jesús como en los demás. Oramos porque cuanto más tiempo pasamos con Dios, más podemos llegar a ser como él.

La oración puede ser difícil. Para mí, lo es concentrarme la mayoría de los días. Algunas veces me distraen las circunstancias de mi vida, otras es solo porque mi cabeza puede ser como una bolsa con gatos. Con el tiempo, estoy aprendiendo a simplemente presentarme al Señor todas las mañanas, pase lo que pase. Leo las Escrituras y el breviario, me siento y pienso en quién es Dios, así como en lo que ha hecho. Le pido perdón por mis pecados, acepto su misericordia y sigo adelante.

Porque el origen de la humanidad es una comunidad de amor (la Trinidad), también nuestro origen personal lo es (nuestros padres), siempre habremos construido en nosotros una necesidad de comunidad. Es fundamental para nosotros anhelarla. Como resultado, nuestra oración personal debe alimentarse en nuestra oración comunitaria.

Necesitamos orar en comunidad y recibir fielmente los sacramentos. Esto nos dará la gracia necesaria para continuar con una vida de oración sana y sólida.

Es menester para nosotros el estar seguros de que la Misa del domingo sea un elemento innegociable de nuestro horario. Es importante confesarse al menos cada dos meses. Necesitamos a la comunidad y viceversa.

La oración comunitaria puede ser difícil. La gente distrae y nuestros horarios pueden ser devastadores a veces. Estos aparentes desafíos son a menudo la forma en que Dios nos ayuda a crecer: podemos aprender, con la fuerza de Dios, a orar en cualquier lugar y pese a cualquier distracción. Mostramos a Dios y a los demás nuestras prioridades cuando ponemos la adoración dominical por encima de todas las cosas.

Al establecer una vida de oración, debemos estar seguros de que este rezo se traduzca en acción. A medida que leemos los Evangelios, veremos que la llamada a servir a los pobres y más vulnerables no es un elemento opcional de nuestra fe, sino la expresión más sana de ella. Es demasiado fácil fingir que votamos o que nuestros impuestos responden, de alguna manera, a esa llamada; este es un error que muchos cometen. Para nosotros, se necesita mucho más.

Como cristianos, servimos a los pobres, damos a los necesitados. Ayudamos a quienes ayudan a otros. Comenzamos con un compromiso radical con el nonato y lo llevamos a cabo, a lo largo de toda la vida de la persona. Nos esforzamos, no solo para decir "¡No!" al aborto, sino también para asegurarnos de que las mujeres embarazadas sepan que estamos allí para ayudar en todo lo que podamos. Estamos comprometidos con una atención profunda y permanente a los migrantes, pobres y más vulnerables. Damos nuestro tiempo, finanzas y trabajo para ayudar a los demás.

Finalmente, nos comprometemos a crecer. Pedimos la gracia de permitir que esa vida de oración activa y ese servicio a los más pequeños entre nosotros nos ayude a ser cada día más como Jesús.

Leemos libros, escuchamos conferencias o podcasts sobre nuestra fe y nos tomamos el tiempo para pensar en lo que hemos leído y escuchado. Reconocemos que no hay lugar de descanso, ninguno donde se nos permita estar contentos con quienes somos. Todos los días, buscamos en nuestros corazones cualquier cosa que hayamos permitido que pueda dañar nuestras almas. Confiamos en el liderazgo de Jesús a través de su Novia, la Iglesia, para guiarnos en nuestras decisiones morales y en lo que llamamos correcto o incorrecto.

Así que ahí lo tenemos. Creo que este es un buen marco de referencia para cualquiera que quiera llegar a ser la persona que Dios lo ha llamado a ser. ¡Que bendiga nuestros esfuerzos por amarlo a Él y a nuestro prójimo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas!


El padre Joe Krupp es un ex escritor de comedia que ahora es sacerdote católico. @Joeinblack