Estimado padre Joe: ¿Por qué Jesús ascendió al cielo?

Estimado padre Joe: ¿Por qué Jesús ascendió al cielo? ¿Por qué no quedarse aquí en la tierra? Si fuera inmortal, nunca habría muerto, así todos podríamos verlo y saber que es Dios. No entiendo esto.

Me gusta mucho esta pregunta. La respuesta es reveladora sobre la diferencia entre cómo esx Dios y cómo somos nosotros. Son preguntas como esta las que nos ayudan a sumergirnos en el pasaje de las Escrituras, donde Dios dice: “Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos”. (Is 55, 8)

Entonces, respondámosla…

Para que mi respuesta tenga sentido, debemos mirar el problema, el cual era nuestra naturaleza humana. Cuando Dios creó a los seres humanos, fue para que pudiéramos conocerlo, amarlo y servirlo; además, para poder hacerlo tanto en libertad como plenitud de corazón.

La Trinidad, esa comunión de vida y amor, creó criaturas que podían entrar a su comunidad en libertad y alegría.

El problema es que usamos mal esa libertad y, como resultado, nuestra naturaleza se “rompió” o distorsionó. Dios entra en detalles sobre esto en el Libro de Génesis.

Cuando Jesús fue concebido en el vientre de Nuestra Madre, fue de una manera completamente humana y divina. En el momento de esa concepción, la naturaleza tanto humana como divina se fusionaron en la misma persona de Jesús. ¿Por qué Dios haría esto? Sencillamente, dado que nuestra naturaleza era el problema que nos alejaba de él, lo asumió.

Lo asumió para redimir nuestra naturaleza y salvarnos. ¿Cómo funciona?

Al ser completamente humano y completamente Dios, santificó todos los elementos no pecaminosos de la experiencia humana. Simplemente por vivir como humano, hizo santa toda experiencia humana. Al trabajar con sus manos, el trabajo humano se santificó. Con el llanto, santificó las lágrimas. Una y otra vez... Pero no solo vivió; sino que también murió.

Como dicen nuestras oraciones en Misa: Al morir, destruyó nuestra muerte y, al resucitar, restauró nuestra vida.

Entonces, santificó nuestra vida y muerte, asimismo, redimió nuestra naturaleza a través de su resurrección. El próximo paso es el cielo: Jesús necesitaba llevar nuestra naturaleza humana con él al cielo para que pudiéramos ir allí algún día. Lo expresa de esta manera: “Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes”. (Jn 14, 3)

Así pues, Jesús ascendió al cielo para llevar allí nuestra naturaleza humana y abrirla como una posibilidad para nosotros, lo cual es una excelente noticia. Seríamos bendecidos más allá de toda descripción, si la historia terminara ahí, pero no lo hace.

Él nos envió a su Espíritu Santo.

Les dijo a los discípulos que sucedería. Si miras en el Evangelio de Juan, Él habló de eso incluso antes de su muerte y resurrección. Echemos un vistazo al Evangelio de Juan, capítulo 16 (versículos 7,12 y 13):

“[Jesús dijo a sus discípulos]: Les conviene que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero, si me voy, se lo enviaré.

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”.

Él estaba y está hablando del Espíritu Santo aquí, pero los discípulos no lo entendieron. ¿Quién podría haber predicho eso?

Cuando miramos la ascensión de Jesús, vemos que les hizo saber que el tiempo para la venida de ese Espíritu estaba cerca. Les dijo que esperaran en Jerusalén ese don y, como sabéis, les envió a su Espíritu durante la fiesta de Pentecostés.

Como resultado del descenso del Espíritu Santo, los discípulos pudieron ir por todo el mundo y llevar a la gente hacia Jesús. No eran perfectos, pero eran intrépidos y estaban llenos de sabiduría, entendimiento, conocimiento, consejo, piedad y temor del Señor.

Al poner su Espíritu en ellos, Jesús se estaba llegando a todo el mundo, de una manera que Él no podía, ni siquiera en un cuerpo resucitado.

Y ahora, ese Espíritu es tuyo.

Los discípulos no guardaron ese Espíritu Santo para sí mismos, sino que lo transmitieron de generación en generación. En tu bautismo y confirmación, recibes el don del Espíritu Santo que nos permite ser parte de Su cuerpo en la tierra.

Nuestra sabiduría humana nos dice que sería mejor que Jesús se hubiera quedado aquí en su cuerpo resucitado, pero creemos en Él: Es mejor que se haya ido. Creemos que es mejor, porque nos abrió el cielo y nos confió su misión en el mundo.

¡Llama al Espíritu Santo todos los días con la mayor frecuencia posible y recuerda quién y qué vive en ti!

Disfruta otro día en la presencia de Dios.


El padre Joe Krupp es un ex escritor de comedia que ahora es un sacerdote católico. @Joeinblack